En los 24 años en que formó parte de las escuadra milanista, Maldini demostró ser un gran defensa que derrochaba elegancia e intimidación a partes iguales. Con el tiempo, el legendario 3 rossonero se configuró como un zaguero emblema insustituible para el Calcio y el mundo.
El hecho de que Paolo Maldini deviniera en futbolista no fue resultado del azar. Y es que, al tener un padre como Cesare, defensa que militó en el Milán doce campañas (1954/66), no es de extrañar que se interesara por el balón desde muy joven.
Cesare, Paolo y Vieri en una concentración con la selección italiana.
En 1978 pasó a formar parte de la cantera rossonera, donde con diez años comenzó a deslumbrar a todos con una elegancia innata. Con apenas 16, debutó en la serie A, en un partido contra el Udinese, vistiendo los mismos colores que luciría durante los 24 años de su carrera deportiva. Cerca delos 20, el 31 de marzo de 1988, llegó a la Absoluta en un partido contra Yugoslavia. A partir de ese momento se convirtió en un habitual del combinado transalpino y jugó los mundiales de 1990 y 1994, donde los azurri fueron terceros y subcampeones respectivamente. La final contra Brasil de 1994, que concluyó con un empate a cero, fue una espina clavada para el defensa, ya que él no participó en la tanda de penaltis fatal para Italia.
Final Mundial 1994, una de las mayores decepciones en su carrera.
En las temporadas posteriores en las que formó parte del combinado nacional, la suerte no mejoró, y nunca llegó a ganar un título con la azufra. Sin embargo, los éxitos que logró con la elástica rossonera fueron cuantiosos: cinco Ligas de Campeones, siete Scudetti, una Copa de Italia, dos Copas Intercontinentales, cinco Supercopas de Europa y un Mundial de clubes
Los éxitos siempre le acompañaron.
Un punto y seguido en su carrera fue la retirada de Franco Baresi en la campaña 1996/97, un gran maestro para Maldini. Fue entonces cuando el milanés, acostumbrado a jugar en el lateral, tuvo que asumir la posición de defensa central. Fue de este modo como se convirtió en el capitán.
Maldini al lado de su gran maestro y amigo, Franco Baresi.
En 1998, ya portando el brazalete de la Absoluta, asistió al Mundial de Francia bajo las órdenes de su padre Cesare, quien fuera en esos momentos seleccionador de Italia. Se despidió del campeonato en cuartos de final al perder contra los anfitriones, de nuevo, en una tanda de penaltis. Tras los amargos resultados en la azurra y en el Milán, el nuevo técnico del equipo lombardo para la campaña 1998/99, Alberto Zaccheroni, apoyó la defensa en tres zagueros para potenciar a Maldini, a la retaguardia y por extensión, al equipo. Así el equipo resurgió para volver a entonar el alirón después de tres temporadas sin hacerlo.
Jugó siempre contra los mejores y dio la talla en todo momento.
En la primera década del siglo XX comenzaron las despedidas. El defensa dijo adiós a la Nazionale en 2002, en el Mundial de Corea, cuando Italia cayó eliminada en octavos de final. Abrochó así sus 126 internacionalidades, siendo capitán en 74 de ellas, destronado del primer puesto por los 136 partidos del también zaguero Fabio Cannavaro. En mayo del 2009 tuvo lugar su último partido en la serie A contra la Fiorentina. De este modo, el defensa que optó dos veces al Balón de Oro, finalizó una carrera de más de mil encuentros oficiales en la que tan sólo vio una tarjeta roja, todo un hito. con su despedida se retiró el mítico dorsal "3" que portó por tantos años, una excepcional acción por parte del club que honra al jugador y ensalza la leyenda del Calcio que llegó a ser. Fue el segundo Maldini en San Siro, un escalafón que sus hijos, jugadores de las categorías inferiores del Milán y los únicos que podrán recuperar el dorsal de su padre, desean volver a abrillantar con grandes logros.
Todo un ejemplo para las generaciones futuras.
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